Con mis alpargatas rosas y mi espíritu taurino caminaba sin amor por el lungofiume del Tevere. Mi mano en la bragueta y en la otra un cigarrillo. Encontraba monotono el momento, pero disfrutaba con paciencia el seguir de mis pasos y el olor a lixiviado de las calles vacías. Me traicionó la apatía para decirte la verdad que oculté en mi niñez que ahora renacia con un significado de amor no erótico. Tu cuerpecillo de gitana, tus manos frías, tu sonrisa al jugar. Aquí llueve… pero saldrá el sol en solsticio, en una estación en la que esperaré encontrar tu carta no abierta más mojada por lágrimas que por sudor.
Las manecillas decaen en mi muñeca. Es pesado. En diferentes meridianos, rompemos la inexistencia de la ubicuidad. Te dije el futuro de mis anhelos, el pasado de mis aprensiones y el presente de mis desconfianzas. Y tu… El frío me pone de malas, el viento me coquetea en mi vuelo taciturno. No soy uno de esos amantes... no sé llorar. Perdona
Saturday, February 12, 2005
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