Saturday, May 28, 2005

El número de Anatolia

Querido Normand:

El jueves pasado crucé el condado para visitar la tienda que dijiste. Intuyo que hay un error pues el nombre del establecimiento era “Florint Brothers Ltd.” como me habías dicho, pero se encontraba en un sótano y no en una esquina. Posiblemente fue error tuyo, ya lo aclararás. Lo encontré, o al menos creo eso. No lo sé. Era el libro que estaba en la esquina del último estante. Su título era « Collection de non connaissance et autres choses d’érudition et mysticismes » . Lo abrí en la página diecisiete, y en la esquina superior sólo vi una vírgula con una flecha hacia el norte, mi hemisferio derecho dice que es número de Anatolia. Pero no lo copié para no tener tentación.

Lo más importante fue el epígrafe, en su faz se esboza una dedicatoria a lápiz. “Lucca: No lo abras en la 51, pues 5 y 1 es 6 que entre 2 es a 3 que por 17 es 51 con 2 dígitos como 17. De lo demás no lo esperes, y arranca la hoja sin abrirlo.” Seguramente Lucca sabía del número de Anatolia y su vírgula, por eso lo escribió allí. No abrí la 51 por miedo, pero si la trasera 52. ¿Si está la 52, está la 51? Entonces hace 153 años, él no lo hizo, y si lo hago yo ahora se triplica ya no es 51 es página 153.

Me sopló un viento en la cara, y así se cambió de hoja el libro de amate. Había una página 152-B y una 150. El libro era bipaginal, así supe que la arrancó. Estaba en Hindi, y sólo decía “You must not know the word Ekater”. Se repetía en planas y planas a lo largo de ambas páginas. Y mientras leía la e, subió por mis manos. Las sacudí no podía quitármela, la k, la a, la t, la segunda r y la r estaban en mí, en mi piel y se podían leer. Por mis brazos cruzaron a mi pecho, subieron a mi cuello, se posaron en mi frente. Y creo haberlas sentido dentro de los ojos. Mi visión era de aquélla, mi pensamiento era el mismo. Y así me desmayé.

En lo que restaron los siguientes días, no recordé nada. Aún no recuerdo más que el espacio negro. Quizás una semana, quizás más. Te escribí a Buenos Aires pero no contestate, te ecribí a Londres, a New Jersey y no contestaste. Y ahora sé que tú me mandaste a leer el libro y a hacer el otro. Ahora sé después de hablar con Comptesse Labardie des Champse y de leer Le consigne poderose. De saber del caballo islándico, del vinagre y la leche y tu casa en Lombardía. Ahora sé de Iolande Hallosmith y su roca llorante. Ahora sé, demasiado sé y sufro por ello sin saber hacer nada, sin poder compartirlo por habitar aquí y no saber balancear la filosofía mutefa.

Querido Normand, ya entendí lo que me trataste de decir. Perdona por mi estupidez, estabas conmigo y lo evité, estuvimos juntos y tuve miedo. Pero, ahora te escribo para que revivas, te acerques, escribas, respondas a mis inquietudes. Ahora sé de más. Ahora sé por qué te mordiste el labio en el elevador y dijiste, no tengas miedo que no pasa nada… pausa… ahora. Y ahora quiero que pase. Tengo ekater en los ojos y tu retake.

Hoy pasó Flirto, lo ví en sus ojos y me señaló. Bajé la mirada. Pensé en el Principia Matemática. En Keynes, en la Mona Lisa, en Jesucristo y al final en el David. Aparece Normand.
Aquella biblioteca cambió de lugar de Matthew Street a Wivenhoe Old Rail Road. Piensa en el tres imposible, en el cuatro imprescindible, en el cero posesivo, en el aleph.

Me desvestí enfrente al espejo, con miedo de reflejar el sustantivo y así me tallé los ojos y desaparecí.


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