Sunday, January 30, 2005

Vinagre y Leche

En el camino peatonal de Manningtree a Dedham, pasamos por la iglesia de Santa Maria de la Virgen. Allí yace su cripta, junto al viejo ocre donde claramente se podía apreciar en su esculpido precario: “Iolande Hallosmith, who fell in Jesus, Dedham, 1776”. Al lado se encontraba una figurilla de un cáliz y una manta esculpida en piedra y que si se observaba en cierto ángulo semejaba la cabeza de algún santo tapada por un turbante. Claro está que la magia emanaba el lugar, con los coros celtas provenientes del interior de la capilla y la brisa que pegaba en las mañanas frías del invierno inglés.
Jennifer y Gieve Matthew se habian adelantado para cruzar la caballeriza que se trovaba al lado. En cambio, yo entré al recinto protestante y me persigné. Hice la señal de la cruz, me hinqué y recé. El templo era grande y me recordó a Lutero, a Enrique VIII, a las salas hipóstilas, a Elizabeth I al olor del incienso de mi pueblo en Santo Domingo. Al calor del carbón y la sensación de magia. Fui otro en mi imaginación, pero duró poco. Había que seguir el camino.

La ráfaga de viento sopló sobre mis venas y me dejó petrificado en el cementerio. Una vista, una fotografía donde existían árboles viejos, pero sin ramas y la nieve que comenzaba a caer sobre el lodoso y verde camino. Cruzamos tres campos de ovejas, sin cruzar palabras. Sabíamos exactamente a donde nos dirigíamos y encontrábamos las señales de los círculos verdes en cada kissing gate que traspasábamos. No hubo palabras, ni gemidos, ni gestos. El frío atravesó mis venas y me lleno de adrenalina que aumentó intempestivamente conforme nuestro nuevo piso se transformaba en las vías del tren. Venía, venía, se cimbraba el piso. Esperamos, y fotografiamos a nuestro alrededor pero nunca llegó. No se veía, ni a la distancia. Estaba dentro de una película, no del lejano oeste, no de hollywood, de la imaginación. Me agaché y puse la oreja sobre las vías, era una concha que anunciaba el paso intrepido de una posible muerte, un ritmo escandaloso que aumentaba cada centésima de segundo. There. Desde que lo vimos aparecer en el horizonte hasta la tierra que pisaban nuestras agujetas fueron 14 segundos. Tres vagones que pasaron en 3 segundos y el silencio volvió a reinar. La adrenalina cesó y se transformo a la alegría con una hebra de frustración.

El caballo islándico estaba allí. Café, bajo, chaparro, ojos grandes y llorosos. ¿Señor por qué estás tan sobrio? Mi alma sincronizada al bello animal que trataba de decir algo, pero que no quise escuchar. Y me lo pedía. Me siguió, me lamió la mano. Sólo iba cabizbajo y entonces el misticismo, el círculo me hizo hablar. – Ekater, friend of mine, it is my consequence to stop my fate. I cannot explain the 4th qlot, balance this words and philosophy would come. Silencio. Me tape la boca con la derecha y con la izquierda, la derecha. Jennifer y Gieve Matthew solo asintieron y por un instante miraron al cielo y dijeron:- It is red.